Traducción: Laura Giancarlo
Me encantaría hablar de mujeres que no tienen nombre en la Biblia hebrea. Hay muchas menos mujeres nombradas que hombres nombrados. La Biblia trata sobre la vida nacional y corporativa, no tanto sobre la vida individual y familiar, por eso el foco está mucho más en los actores masculinos, en reyes y sacerdotes, sabios y profetas. Y, por lo tanto, dado que las mujeres no desempeñaban esos roles con frecuencia -aunque a veces lo hacían-, simplemente no hay tanta mención de mujeres nombradas. Menos del 10% de las personas con nombres en la Biblia son mujeres. La población seguramente estaba compuesta por más del 10% de mujeres.
Sin embargo, hay un buen número de mujeres bíblicas sin nombre y me gusta ir a ellas porque nos dan ideas sobre mujeres que cuestionan muchos de los estereotipos que las personas tienen sobre las mujeres en el período de la Biblia hebrea, el período del antiguo Israel. Y esos estereotipos generalmente se toman de tradiciones postbíblicas: que las mujeres estaban subordinadas, que las mujeres tenían que guardar silencio o que las mujeres no tenían mucho que ver con la vida económica o política.
Dicho esto, me gusta pensar, por ejemplo, en una mujer que se menciona en el Libro de los Reyes y su nombre no está. Se la conoce como “la gran mujer de un lugar de Sunam”, y a veces simplemente se la llama “la Sunamita”. Y hace muchas cosas que ciertamente sorprenden a mis alumnos y sorprenden a las personas que no creen que las mujeres en el antiguo Israel hicieran estas cosas. Ella inicia conversaciones con un profeta, Eliseo. Esto tiene lugar en el siglo IX a.c.e.
Ella tiene un esposo, pero es ella quien inicia -por así decirlo- una mejora en el hogar. Construye una habitación para poder ofrecerla a Eliseo para que se quede cuando pase por el vecindario. Y también le da comida. En otras palabras, distribuye recursos domésticos. No consulta con su esposo para ver: “¿Está bien si le damos algo a este hombre que está pasando?” No. Ella tiene la autoridad para hacer ese tipo de cosas.
Ahora, este profeta un día se da cuenta de que ella no tiene hijos, y le dice “en pago por toda la amabilidad y hospitalidad que me has brindado, voy a ayudarte a superar tu esterilidad.” Y ella se resiste. De nuevo, esto contrasta con la noción de que las mujeres en la Biblia eran solo hacedoras de bebés. Ella termina teniendo un hijo, pero esa no es la única intención y propósito de su vida, como parece ser para algunas de las matriarcas, por ejemplo.
Otra cosa que sucede es que cuando ella tiene el hijo, el niño se enferma y finalmente muere. Pero ella es la encargada de tratar de encontrar una manera de mantener vivo al niño -el esposo envía al niño enfermo a casa- y luego ella también inicia una expedición para encontrar a Eliseo una vez que el niño ha muerto para ver si puede venir y hacer algo al respecto. Y, por supuesto, él lo hace en última instancia. Resucita, por así decirlo, al niño.
Otra cosa fascinante es que hay una sequía y ella parece ser la que decide reubicar a la familia hasta que esto pase. Cuando eso sucede, cuando se reubica y luego termina la sequía, parece que han perdido el título de su propiedad. Y ella va al rey. Su esposo no, ella va. Ella consigue una audiencia con el rey, defiende el caso y recuperan sus propiedades.
Esta historia está llena de elementos de acción que generalmente se atribuyen a los hombres y que no se esperan de las mujeres, y ella está allí haciendo todo eso. Así que me gusta ponerla en primer plano como un ejemplo importante de cómo las mujeres bíblicas y las mujeres en el antiguo Israel en general probablemente fueron mucho más dinámicas de lo que las historias relativamente limitadas en la Biblia nos llevarían a creer.